martes, 9 de junio de 2009

Día de economist 1.0

Miro el reloj. Las doce y media. Todavía no he repartido ni la mitad de las revistas. Dios, ¿qué he hecho yo para merecer esto? Lo único qe quiero hacer es echarme al suelo y ponerme a llorar en posición fetal mientras me voy deshidratando hasta la muerte.
Pero no, mi conciencia es ahora una cuenta regresiva. Mis tablas de la ley son ahora cinco hojas de papel reciclado sin numerar, que contienen al otro lado mi trabajo de química analítica sobre las valoraciones ácido-base.
Los números pasan inclementes ante mí. El carrito pesa. Huelo a sudor. Nunca en mi vida he tenido el pelo más enrredado. ¡Y una puta vieja me dice que no reparta papelajos! Me contengo para no practicarle un examen de próstata por medio del carrito.
En mi vida he bebido más coca-cola. Si bebiese tanta coca-cola todos los días me volvería como el tío guapo de ese anuncio tan famoso de coca-cola, porque es ligth. No sólo ligaría, sino que además podría pegarle una paliza a nico por haberme metido en este infieno.
Hace tiempo que he dejado de intentar desvelar los misterios del mapa. Pregunto a la gente por todas las calles; es más rápido y molesto más. Intento no mirar la hora, porque sé lo que me voy a encontrar. Hoy en mates explicaban ANOVA y me lo voy a perder.
El placer de llegar hasta Bravomurillo, lugar cercano a mi casa, es una gota de agua en comparación con el mar de revistas que contiene el abismo del carrito. Ya sé que debería conocerme el nombre de la calle paralela a la de mi casa. Ahora lamento amargamente no haberme fijado más en los nombres de las calles. Ni siquiera el suùestamente bondadoso Guzman se ahorra el placer de verme andar en vano cien metros por confundirme de sentido. ESTO ES UNA MIERDA.
En el futuro, los repartidores del economist llevarán carritos con superconductores en vez de ruedas. En el presente nos jodemos. Estoy haciendo más brazos que un cani.
Paso por un sitio más pijo que la sede del PP. Es el CEU, pero encima es la facultad de derecho. Si llevase una bomba en el carrito dejo en luto a la mitad de peces gordos de españa. La idea se hace más tentadora aún cuando todos me miran como un pobre paria cuyos padres no tienen ningún chalet en Baqueira.
¡Dios! ¡Parece que esto se acaba! Juan Pedro me llama. Le digo que sólo me quedan dos revistas. Es medio cierto, porque también me queda anotar. Paso por delante de la casa de una señora que ha causado todos mis traumas infantiles.
Las escas manzanas hasta la tienda de guillermo se me hacen interminables. Llego, saludo a Juan Pedro y me voy
Como en el Burguer King. Son las tres y media y apenas puedo moverme. Pero todavía queda gente a la que salvar y clases a las que asistir. No hay descanso para el mal

1 comentario:

  1. Mola lo de la gota de agua en comparación con el mar de revistas en el abismo del carrito... muy trágico y ojjuro.. lo de 1.0 es porque piensas editarlo o porque hay una segunda parte..?

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